
No es parador muy grande, pero dispone de una maravilloso jardín con restos arqueológicos y una terraza en la que poder estar tranquilamente sentado tomandote un café. La habitación que nos dieron era bastante grande y muy cómoda, como es norma en casi todos los paradores.
Dada la privilegiada situación del parador, es muy fácil poder visitar la ciudad a pie, admirar las magestuosas murallas, los maravillosos palacios que hay en su interior, así como algunos de los bares, que nos recomendó mi cuñado Fernando, en los que se pueden degustar unas maravillosas tapas acompañadas de unos cañas.

El sábado fuimos a comer a un restaurante que nos recomendó mi cuñado llamado Los Candiles, en el que pudimos degustar unas maravillosas judías del Barco y un delicioso entrecot de ternera tamaño familiar. Lo cierto es que no pudimos comer ni postre.
Fue un fín de semana bastante provechoso.